Estoy profundamente indignado por lo que he vivido este fin de semana en el río Viar, justo en las primeras estribaciones de la Sierra Norte Sevillana. Tras dos años sin pisar estas lindes, he visto un río contaminado, sucio, herido de muerte. He visto un río sin a penas vida autóctona, de cuyos poderosos barbos nada se sabe y cuyas gigantescas bogas pertenecen a un glorioso pasado que no tiene visos de repetirse. He visto un río con una plaga de alburnos de dimensiones bíblicas, que parecen ser las únicas criaturas que pueden sobrevivir en aguas tan poco oxigenadas y que llevan corriente abajo una espuma que Dios sabe de qué es y cuyas manchas en la piel sólo me las pude quitar en casa con jabón y una manopla...
Cuando creí haberlo visto todo ese día, y después de acordarme del padre y de la madre del(de los) botarate(s), pedazo(s) de descerebrado(s) que ha(n) difundido el alburno, y de aquellos sin escrúpulos que piensan que el río es una cinta transportadora para vertidos, llegó el colmo de los despropósitos. Lancé un diminuto streamer a la sombra de unas algas y conseguí hacer salir un pez oscuro cuya silueta no me sonó ni a bass y menos aun a barbo. Lo hice salir tres veces de la sombra, y a la que hizo la cuarta conseguí mal clavarlo por debajo de la boca. No me podía creer lo que veían mis ojos, ahí en medio de la nada y rodeado de sierra con un pez gato de casi setecientos gramos clavado en mi equipo del #6. Es increíble. Sabía de la existencia de peces gato en el Guadalquivir, a la altura de la presa de Cantillana, sabía que se capturaban por centenares, pero maldita sea.... estamos a decenas de kilómetros del Guadalquivir, sierra arriba!!!! Ese gato no volvería al agua, lo siento, no lo podía permitir. Pensé que era una captura aislada, máxime siendo un pez tan grande, pero no, el Viar guardaba más sorpresas. A pocos metros de allí, me encontré una pareja de gatos guardando con celo una prole formada por una nube negra de alevines. Ahí arrojé la toalla y profundamente irritado decidí irme. Llegando al coche, me encontré a mi compañero Jesús que en un acto casi telepático decidió plegar al mismo tiempo que yo, y al que quise sorprender con mi historia pero él ya venía de vuelta de su particular experiencia con los peces gato ya que -según me contó- río abajo las orillas estaban atestadas de alevines de estos peces, en tal cantidad que era fácil incluso cogerlos a mano.
Qué se le pasa a una persona por la cabeza en el momento de echar una especie exótica en un medio que no le corresponde¿? Qué piensa realmente¿? Que está haciéndonos un favor¿? Que así aumentarán nuestras expectativas con nuevas especies¿? Que los basses de 2 kilos nos saldrán por las orejas y los lucios de diez se apostarán a la puerta de nuestras casas¿? A qué grado de inconsciencia puede llegar el ser humano¿? Señores, esto nos va a costar caro, muy caro.

